El astro argentino al fin pudo levantar la Copa del Mundo y logró emular la conquista de Diego Maradona en 1986.
Marcó seis goles para quedar como el segundo máximo anotador del torneo, uno por detrás de Kylian Mbappé. Los últimos dos fueron en la final contra Francia en la que la Albiceleste se impuso el domingo 4-2 por penales tras el empate 3-3 en el tiempo extra.
Se cargó encima a un equipo que quedó golpeado tras sufrir una inesperada derrota 2-1 ante Arabia Saudí en el debut.
A lo Maradona, por sus genialidades y espíritu combativo frente a los rivales, Messi fue el balaurte argentino de principio a fin en Qatar, convirtiéndose en el primer hombre que un mismo Mundial anota goles en la ronda de grupos y en cada una de las instancias de la fase de eliminación directa.
De entrada en la final, Messi se convirtió en el jugador con más presencia en partidos de la Copa del Mundo al alcanzar los 26 para romper el empate que mantenía con el alemán Lothar Matthäus.

El campeón europeo Real Madrid, el sudamericano Flamengo y los Seattle Sounders, el primer club de Estados Unidos que se consagró en la Liga de Campeones de la CONCACAF, participarán en el torneo con siete equipos entre el 1 y 11 de febrero.
Después de la vibrante campaña de Marruecos al alcanzar las semifinales del Mundial en Qatar, el país albergará la próxima gran cita del fútbol dentro de seis semanas, según la decisión del Consejo de la FIFA.
Será una de las últimas ediciones con el concurso de siete equipos. Se prevé un torneo más amplio con un mes de duración a partir de 2025
El presidente de la FIFA Gianni Infantino dijo que el cambio pretende que “sea un verdadero Mundial”.

El técnico Didier Deschamps confirmó que dos jugadores que padecen síntomas, el zaguero Dayot Upamecano y el volante Adrien Rabiot, debieron ser aislados del resto del grupo esta semana. Ambos no actuaron en la victoria de Francia por 2-0 en su semifinal ante Marruecos.
Rabiot no entró en la lista para el duelo que se disputó el miércoles en el estadio Al Bayt. Upamecano figuró como suplente, pero no ingresó. Deschamps dijo que Upamecano seguía recuperándose tras “tres difíciles días” desde que disputó el partido de cuartos de final contra Inglaterra el sábado.
“Sin embargo, tenemos cuatro días para el próximo partido, así que deberá estar disponible para el domingo”, dijo el técnico, quien añadió el extremo Kingsley Coman también acusó de fiebre.
Deschamps recalcó que anticipa contar con todo sus jugadores para la final ante Argentia
“Es temporada de gripe y, en ese sentido, tenemos que ser precavidos”, señaló. “Otro punto, los jugadores han tenido que hacer un enorme esfuerzo físico y sus sistemas inmunológicos se resienten”.
En una competencia global de hinchas, seguramente los argentinos ganarían por goleada.
Pasionales y ruidosos, la euforia de los albicelestes fue creciendo en Doha al ritmo de “Muchachos” — el himno de su hinchada — con cada victoria de Lionel Messi y los suyos hasta llegar a la final contra el último campeón Francia el domingo en el estadio Lusail.
En un país visceralmente futbolero, dos veces campeón del mundo (1978 y 1986), que suele destacarse por la calidad de sus futbolistas al igual que por sus repetidas crisis económicas, la oportunidad de una nueva consagración después de 36 años ha dado pie a insólitas cábalas y sacrificios entre los miles de argentinos que viajaron a Qatar.
En un rincón del Souq Waqif, el tradicional mercado qatarí, locales y turistas se agolpan alrededor de una joven mujer con una casaca de la selección argentina que hace malabarismos con una pelota en sus pies. En un cartel escrito a mano en inglés y otro en árabe, pide “por favor entradas” para la final. En una gorra, los transeúntes le dejan dinero.
“El fútbol en Argentina es todo. Para mí el fútbol es todo”, dijo a The Associated Press Belén Godoy, una freestyler de 24 años que lleva un mes en Doha y pudo asistir a casi todos los partidos de Argentina con boletos de reventa. “Yo dejé familia, gasté todos mis ahorros. Vuelvo a Buenos Aires y no sé con qué voy a pagar la renta”.
“Pero lo vivido no me lo quita nadie”, expresó la joven emocionada antes de regresar a su exhibición.
Su máxima figura emigró a España con poco más de 10 años. Su arquero era un adolescente cuando viajó a probar suerte a Inglaterra. El entrenador se formó en la academia europea. Y sólo uno de sus 26 jugadores milita en la liga local.
Argentina tiene el gen sudamericano, pero el pulido final de su maquinaria va con sello europeo. Y es esta doble influencia la que define la identidad del equipo que enfrentará al último campeón Francia el domingo por el título de la Copa del Mundo.
El toqueteo de la pelota y la gambeta, tan propios de los potreros argentinos, son una marca característica de la Albiceleste al igual que el juego directo y la rigurosidad física que impera en la competencia europea.
“No nos importa, los nuestros juegan todos los fines de semana en las mejores ligas”, respondían los jugadores argentinos antes del Mundial cuando la falta de roce contra selecciones europeas se levantaba como un muro de contención para sus aspiraciones.
Ya se ha escrito mucho sobre la historia de su capitán Messi yéndose a Barcelona con 13 años porque ningún club argentino estaba dispuesto a pagar el tratamiento de hormonas para su problema de crecimiento.
Pero no fue el único que emigró a edad precoz.